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Este nuevo apartado de relatos eróticos, escritos por mí, ha surgido a raíz de diversas peticiones de personas de mi entorno personal y profesional, que han querido confiarme sus fantasías sexuales, a fin de que yo las convirtiera en narraciones.¿Te gustaría poder leer la tuya? Dime cual es tu sueño. Yo le daré vida, creando un relato que podrás leerlo y compartir, de una manera anónima, en el blog.

Petite mort entre mis piernas...

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UN BAÑO TURCO COMPARTIDO

Las ocho chicas se han puesto de acuerdo en las condiciones y requisitos. Los matices de esta puesta en escena los han negociado entre todos los participantes estando conformes por unanimidad en los objetivos, motivaciones y en el desarrollo general de los acontecimientos. Será un hermoso trabajo en equipo.

Disponen de un baño turco grande, con bañera-piscinita de aguas calientes y mucho vaho aromático alrededor, sin jacuzzi para no enturbiar el silencio, sólo leves chorros goteando de las fuentes. Es un lugar amplio y limpio, con distintos espacios para el esparcimiento, tumbonas, cojines, hamacas, mecedoras y alguna cama con dosel. Un lugar decorado con elegancia andalusí, agua fresca y porcelana fina, esencia de azahar y hierbabuena, luz intensa de sol entrando apenas por rendijas que iluminan tenuemente este haman reservado.

 

Dedican tiempo a relajarse, a ir desprendiéndose de cotidianeidades para ir entrando en un estado mental propicio para el amor carnal. Gozan con calma taoísta respirando el aroma del Edén, del Edén momentos antes de ser mordida la manzana. Van a paladear las mieles de la vida: recostadas, se preparan sin excesiva pasión, lánguidamente mesando sus cabellos, o acariciándose los pies, abotargándose en la lujuriosa pereza sintiendo como la energía del placer fluye por su epidermis.

Ellos son diez, un número ligeramente superior al suyo. Son sus parejas y algún añadido que se les ha antojado invitar. Escondidos tras las cortinas de seda y los biombos de paja. Pueden verlas y escucharlas, pero permanecen cómodamente sentados, espiándolas mientras disfrutan de su licor o refresco. Apenas se les ve, pero si los miran los ubican bien, están fresquitos y recién afeitados, con camisas blancas de seda o de lino que van desabrochando mostrando el pecho. Visten pantalones cómodos, flojitos y sin ropa interior, por supuesto, descalzos con sus pedicuras recién hechas. Son mirones de nivel, divertidos y entusiasmados. No hablan entre ellos pero tienen la complicidad suficiente, y la madurez, como para compartir espectáculo.

 

Ellas se sienten naturales, desinhibidas y contentas. Les gustar ser las protagonistas de ese tumulto de pieles desnudas de diferentes tonalidades y texturas, un conjunto curvilíneo absolutamente erotizante de formas femeninas entre el vapor. Son conscientes de que juntas, su poder de seducción se multiplica, de que el enjambre de sus cuerpos cruzados es un regalo para su vista. Ellos las miran apasionados, inspirados y muy cachondos. Las observan y esta imagen les perseguirá y reconfortará toda su vida, es posible que éste sea el momento sexual cumbre de la existencia de alguno de ellos. Las mujeres lo saben y lucen, orgullosas, su poder femenino, sus cuerpos plenos, su sexualidad libre. Son hembras lúbricas: una luce sus pechos llenos, otra su cintura fina, aquella el ombligo árabe, ella su cadera redonda y la otra su hermosa melena negra. Una de ellas está entonando suavemente una bella canción portuguesa.

En su harén no hay ni celos, ni envidia, ni miradas críticas, son concubinas voluntarias de cuerpos y bellezas dispares. Son mujeres reales, bonitas, sabrosas, un equipo de damas compinchadas empeñadas en ofrecer su cuerpo al gozo para, poco a poco, conseguir ese estado que lleva a la entrega total. 

Galantemente, ellos muestran su excitación con el músculo turgente asomándolo por la abertura del pantalón desabrochado. Acarician el tótem arriba abajo con la presión justa de la mano para mantener la erección, pero sin tener la mala educación de emocionarse en exceso y verter su savia al aire; saben esperar, alargar el placer. Es muy sensual como evitan mostrar en demasía el entusiasmo en sus rostros pero con la mirada sí. Con los ojos encendidos, brillantes, echando chispas de complacencia.

Ellas, las ninfas, abren botellas de champán y las vierten sobre sus cuerpos desnudos, bebiendo lentamente de aquí y de allá, se acarician con las manos unas a otras, rozan sus senos, se frotan con la punta de los dedos o se rascan suavemente con las uñas. Se soplan en los pezones, erotizan su propio cuerpo abriendo las piernas sin pudor, mostrando el secreto de su placer, luciendo altivas, casi orgullosas, su vulva salada, su clítoris enhiesto. Comparten bombones y fresas en lucha de dientes, prueban el sabor de distintas lenguas y se preparan, sin prisas, para el amor.


Ellos, sátiros erectos tras las cortinas, controlando el natural impulso  masculino de ensartar a las hembras, esperan la señal. Tanto ellos como ellas, se adentran poco a poco en los jugos de la lascivia y sólo cuando la temperatura corporal esté tan elevada, sólo cuando los vientres se retuerzan ansiosos y ya se les vuelva indispensable la actuación masculina, les invitarán a pasar para darles consuelo y sosiego...

(Fantasía extraída de un texto de Susana Moo)

Publicado por LOS SECRETOS DE KASSANDRA